Noticias Escuela pública y TIC: Actividades para trabajar con la memoria

Amsafe desde Rosario

4.3.09

Actividades para trabajar con la memoria


Algunos materiales útiles para quienes deseen trabajar con la MEMORIA del Golpe de Estado del 24 de marzo de 1976.

Materiales para trabajar contenidos sobre la Dictadura Militar autodenominada "Proceso de Reorganización Nacional", en la Escuela.

¡¡¡NUEVO!!! Material imprimible de AMSAFE La Capital

¡¡¡NUEVO!!! MATERIAL IMPRIMIBLE DE LA CDP AMSAFE



"Un elefante no ocupa mucho espacio" de Elsa Bornemann

Este cuento estuvo prohibido durante la dictadura.

"Que un elefante ocupa mucho espacio lo sabemos todos. Pero que Víctor, un elefante de circo, se decidió una vez a pensar "en elefante", esto es, a tener una idea tan enorme como su cuerpo... ah... eso algunos no lo saben, y por eso se los cuento: Verano. Los domadores dormían en sus carromatos, alineados a un costado de la gran carpa. Los animales velaban desconcertados. No era para menos: cinco minutos antes el loro había volado de jaula en jaula comunicándoles la inquietante noticia. El elefante había declarado huelga general y proponía que ninguno actuara en la función del día siguiente. -¿Te has vuelto loco, Víctor?- le preguntó el león, asomando el hocico por entre los barrotes de su jaula. -¿Cómo te atreves a ordenar algo semejante sin haberme consultado? ¡El rey de los animales soy yo! La risita del elefante se desparramó como papel picado en la oscuridad de la noche: -Ja. El rey de los animales es el hombre, compañero. Y sobre todo aquí, tan lejos de nuestras selvas... - ¿De qué te quejas, Víctor? -interrumpió un osito, gritando desde su encierro. ¿No son acaso los hombres los que nos dan techo y comida? - Tú has nacido bajo la lona del circo... -le contestó Víctor dulcemente. La esposa del criador te crió con mamadera... Solamente conoces el país de los hombres y no puedes entender, aún, la alegría de la li-bertad...

- ¿Se puede saber para qué hacemos huelga? -gruñó la foca, coleteando nerviosa de aquí para allá..

- ¡Al fin una buena pregunta! -exclamó Víctor, entusiasmado, y ahí nomás les explicó a sus compañeros que ellos eran presos... que trabajaban para que el dueño del circo se llenara los bolsillos de dinero... que eran obligados a ejecutar ridículas pruebas para
divertir a la gente... que se los forzaba a imitar a los hombres... que no debían soportar más humillaciones y que patatín y que patatán. (Y que patatín fue el consejo de hacer entender a los hombres que los animales querían volver a ser libres... Y que patatán fue la orden de huelga general...)

- Bah... Pamplinas... -se burló el león-. ¿Cómo piensas comunicarte con los hombres? ¿Acaso alguno de nosotros habla su idioma?

- Sí -aseguró Víctor. El loro será nuestro intérprete -y enroscando la trompa en los barrotes de su jaula, los dobló sin dificultad y salió afuera. En seguida, abrió una tras otra las jaulas de sus compañeros. Al rato, todos retozaban en los carromatos ¡hasta el león!

Los primeros rayos de sol picaban como abejas zumbadoras sobre las pieles de los animales cuando el dueño del circo se desperezó ante la ventana de su casa rodante. El calor parecía cortar el aire en infinidad de líneas anaranjadas... (los animales nunca supieron si fue por eso que el dueño del circo pidió socorro y después se desmayó, apenas pisó el césped...)

De inmediato, los domadores aparecieron en su auxilio:

- Los animales están sueltos!- gritaron acoro, antes de correr en busca de sus látigos.

- ¡Pues ahora los usarán para espantarnos las moscas!- les comunicó el loro no bien los domadores los rodearon, dispuestos a encerrarlos nuevamente.

- ¡Ya no vamos a trabajar en el circo! ¡Huelga general, decretada por nuestro delegado, el elefante!

- ¿Qué disparate es este? ¡A las jaulas! -y los látigos silbadores ondularon amenazadoramente.

- ¡Ustedes a las jaulas! -gruñeron los orangutanes.

Y allí mismo se lanzaron sobre ellos y los encerraron.

Pataleando furioso, el dueño del circo fue el que másresistencia opuso. Por fin, también él miraba correr el tiempo detrás de los barrotes.

La gente que esa tarde se aglomeró delante de las boleterías, las encontró cerradas por grandes carteles que anunciaban: CIRCO TOMADO POR LOS TRABAJA-DORES. HUELGA GENERAL DE ANIMALES.

Entretanto, Víctor y sus compañeros trataban de adiestrar a los hombres:

- ¡Caminen en cuatro patas y luego salten a través de estos aros de fuego! ¡Mantengan el equilibrio apoyados sobre sus cabezas!

- ¡No usen las manos para comer! ¡Rebuznen! ¡Maúllen! ¡Ladren! ¡Rujan!

- ¡BASTA, POR FAVOR, BASTA! - gimió el dueño del circo al concluir su vuelta número doscientos alrededor de la carpa, caminando sobre las manos-. ¡Nos damos por vencidos! ¿Qué quieren?

El loro carraspeó, tosió, tomó unos sorbitos de agua y pronunció entonces el discurso que le había enseñado el elefante:

-...Con que esto no, y eso tampoco, y aquello nunca más, y no es justo, y que patatín y que patatán... porque... o nos envían de regreso a nuestras selvas... o inauguramos el primer circo de hombres animalizados, para diversión de todos los gatos y perros del vecindario. He dicho.

Las cámaras de televisión transmitieron un espectáculo insólito aquel fin de semana: en el aeropuerto, cada uno portando su co-rrespondiente pasaje en los dientes (o sujeto en el pico en el caso del loro), todos los animales se ubicaron en orden frente a la puerta de embarque con destino al África.

Claro que el dueño del circo tuvo que contratar dos aviones: En uno viajaron los tigres, el león, los orangutanes, la foca, el osito y el loro. El otro fue totalmente utilizado por Víctor... porque todos sabemos que un elefante ocupa mucho, mucho espacio..."


La planta de Bartolo Por Laura Devetach


El buen Bartolo sembró un día un hermoso cuaderno en un macetón. Lo regó, lo puso al calor del sol y, cuando menos lo esperaba, ¡trácate!, brotó una planta tiernita con hojas de todos colores.

Pronto la plantita comenzó a dar cuadernos. Eran cuadernos hermosísimos, como esos que gustan a los chicos. De tapas duras con muchas hojas muy blancas, que invitaban a hacer sumas y restas y dibujitos. Bartolo palmoteó siete veces de contento y dijo:

-¡Ahora, todos los chicos tendrán cuadernos!

¡Pobrecitos los chicos del pueblo! Estaban tan caros los cuadernos que las mamás, en lugar de alegrarse porque escribían mucho y los iban terminando, se enojaban y les decían:

-¡Ya terminaste otro cuaderno! ¡Con lo que valen!

Y los pobres chicos no sabían qué hacer. Bartolo salió a la calle y haciendo bocina con sus enormes manos de tierra gritó:

-¡Chicos!, ¡tengo cuadernos, cuadernos lindos para todos! ¡El que quiera cuadernos nuevos que venga a ver mi planta de cuadernos! Una bandada de parloteos y murmullos llenó inmediatamente la casita del buen Bartolo, y todos los chicos salieron brincando con un cuaderno nuevo debajo del brazo. Y así pasó que cada vez que acababan uno, Bartolo les daba otro y ellos escribían y aprendían con muchísimo gusto.

Pero, una piedra muy dura vino a caer en medio de la felicidad de Bartolo y los chicos. El Vendedor de Cuadernos se enojó como no sé qué. Un día, fumando su largo cigarro, fue caminando pesadamente hasta la casa de Bartolo. Golpeó la puerta con sus manos llenas de anillos de oro: ¡Toco toc! ¡Toco toc!

-Bartolo -le dijo con falsa sonrisa atabacada-, vengo a comprarte tu planta de hacer cuadernos. Te daré por ella un tren lleno de chocolate y un millón de pelotitas de colores.

-No -dijo Bartolo mientras comía un rico pedacito de pan.
-¿No? Te daré entonces una bicicleta de oro y doscientos arbolitos de navidad.
-No.
-Un circo con seis payasos, una plaza llena de hamacas y toboganes.
-No.
-Una ciudad llena de caramelos con la luna de naranja.
-No.
-¿Qué querés entonces por tu planta de cuadernos?
-Nada. No la vendo.
-¿Por qué sos así conmigo?
-Porque los cuadernos no son para vender, sino para que los chicos trabajen tranquilos.
-Te nombraré Gran Vendedor de Lápices y serás tan rico como yo.
-No.
-Pues entonces -rugió con su gran boca negra de horno-, ¡te quitaré la planta de cuadernos!
Y se fue echando humo como la locomotora. Al rato volvió con los soldaditos azules de la policía.
-¡Sáquenle la planta de cuadernos! -ordenó.

Los soldaditos azules iban a obedecerle cuando llegaron todos los chicos silbando y gritando, y también llegaron los pajaritos y los conejitos. Todos rodearon con grandes risas al vendedor de cuadernos y cantaron "arroz con leche", mientras los pajaritos y los conejitos le desprendían los tiradores y le sacaban los pantalones.

Tanto y tanto se rieron los chicos al ver al Vendedor con sus calzoncillos colorados, gritando como un loco, que tuvieron que sentarse a descansar.

-¡Buen negocio en otra parte! -gritó Bartolo secándose los ojos, mientras el Vendedor, tan colorado como sus calzoncillos, se iba a la carrera hacia el lugar solitario donde los vientos van a dormir cuando no trabajan.

Propuesta

Trabajar a partir de conceptos como "el autoritarismo", que se expresa en la prohibición de libros de cuentos es un buen comienzo para introducir a los alumnos pequeños a un fragmento de la historia argentina.

No hace falta abordar el período desde el dolor, que no es uno y son diferentes. Tratarlo desde aspectos simbólicos es una forma de construir memoria con futuro.

Esta propuesta parte del cuento "La planta de Bartolo" de Laura Devetach, autora prohibida durante la última Dictadura Militar. Algunos de sus libros aparecían en listados que llegaban a las librerías y a las escuelas.

• 1er momento
El docente realizará la lectura o narración de los dos primeros párrafos.
Conversación grupal a partir de algunas preguntas que lleven a discutir el aspecto social que aborda y fomente anticipaciones.
Ejemplo:
¿Por qué a Bartolo se le ocurrió
plantar un cuaderno?
¿Cuál será su idea en relación
a lo que va a crecer?
Se registrarán todas las respuestas que anticipen la continuidad del cuento.

• 2do momento
Lectura o narración completa.

• 3er momento
Confrontar el texto con las anticipaciones realizadas.
En pequeños grupos, previo debate, escribir acerca de qué plantarían para poder compartir con otros.
Lectura de las escrituras grupales

• 4to momento
Deteniéndose en los personajes y sus características elaborar un listado de "Bartolos" y "Vendedores" que ellos identifiquen en la vida cotidiana.

Un escritor y un enigma
El propósito de este bloque es trabajar con dos relatos.
"Tres portugueses…", de Rodolfo Walsh, tiene un final resuelto. Se encuentra el culpable y se detiene al asesino. Posibilita realizar anticipaciones a modo de enigma.
En el segundo texto, la idea es que los alumnos descubran el enigma, que está basado en un episodio de la vida "del señor de gafas gruesas" o sea el escritor Rodolfo Walsh.
No es el cuento en sí mismo lo que se propone trabajar sino ingresar a la vida del autor.

TRES PORTUGUESES BAJO UN PARAGUAS
SIN CONTAR AL MUERTO
Por Rodolfo Walsh

1
El primer portugués era alto y flaco.
El segundo portugués era bajo y gordo.
El tercer portugués era mediano.
El cuarto portugués estaba muerto.
2
-¿Quién fue?- preguntó el comisario Jiménez.
-Yo no- dijo el primer portugués.
-Yo tampoco- dijo el segundo portugués.
-Yo menos- dijo el tercer portugués.
El cuarto portugués estaba muerto.
3
Daniel Hernández puso los cuatro sombreros sobre el escritorio. Así:
El sombrero del primer portugués estaba mojado adelante.
El sombrero del segundo portugués estaba seco en el medio.
El sombrero del tercer portugués estaba mojado adelante.
El sombrero del cuarto portugués estaba todo mojado.
4
-¿Qué hacían en esa esquina?- preguntó el comisario Jiménez.
-Esperábamos un taxi- dijo el primer portugués.
-Llovía muchísimo- dijo el segundo portugués.
-¡Cómo llovía! Dijo el tercer portugués.
El cuarto portugués dormía la muerte dentro de su grueso sobretodo.
5
-¿Quién vio lo que pasó?- preguntó Daniel Hernández.
-Yo miraba hacia el norte- dijo el primer portugués.
-Yo miraba hacia el este- dijo el segundo portugués.
-Yo miraba hacia el sur- dijo el tercer portugués.
El cuarto portugués estaba muerto. Murió mirando al oeste.
6
-¿Quién tenía el paraguas?- preguntó el comisario Jiménez.
-Yo tampoco- dijo el primer portugués.
-Yo soy bajo y gordo- dijo el segundo portugués.
-El paraguas era chico- dijo el tercer portugués.
El cuarto portugués no dijo nada. Tenía una bala en la nuca.
7
-¿Quién oyó el tiro?- preguntó Daniel Hernández.
-Yo soy corto de vista- dijo el primer portugués.
-La noche era oscura- dijo el segundo portugués.
-Tronaba y tronaba- dijo el tercer portugués.
El cuarto portugués estaba borracho de muerte.
8
-¿Cuándo vieron al muerto?- preguntó el comisario Jiménez.
-Cuando acabó de llover- dijo el primer portugués.
-Cuando acabó de tronar- dijo el segundo portugués.
-Cuando acabó de morir- dijo el tercer portugués.
Cuando acabó de morir.
9
-¿Qué hicieron entonces?- preguntó Daniel Hernández.
-Yo me saqué el sombrero- dijo el primer portugués.
-Yo me descubrí- dijo el segundo portugués.
-Mis homenajes al muerto- dijo el tercer portugués.
Los cuatro sombreros en la mesa.
10
-Entonces, ¿qué hicieron?- preguntó el comisario Jiménez.
-Uno maldijo la suerte- dijo el primer portugués.
-Uno cerró el paraguas- dijo el segundo portugués.
-Uno nos trajo corriendo- dijo el tercer portugués.
El muerto estaba muerto.
11
-Usted lo mató- dijo Daniel Hernández.
-¿Yo, señor?- preguntó el primer portugués.
-No, señor- dijo Daniel Hernández.
-¿Yo, señor?- preguntó el segundo portugués.
-Si, señor- dijo Daniel Hernández.
12
-Uno mató, uno murió, los otros dos no vieron nada- dijo Daniel Hernández.
-Uno miraba al norte, otro al este, otro al sur, el muerto al oeste. Habían convenido en vigilar cada uno una bocacalle distinta, para tener más posibilidades de descubrir un taxímetro en una noche tormentosa.

El paraguas era chico y ustedes eran cuatro. Mientras esperaban, la lluvia les mojó la parte delantera del sombrero.

El que miraba al norte y el que miraba al sur no tenían que darse vuelta para matar al que miraba al oeste. Les bastaba mover el brazo izquierdo o derecho a un costado. El que miraba al este, en cambio, tenía que darse vuelta del todo, porque estaba de espaldas a la víctima. Pero al darse vuelta se le mojó la parte de atrás del sombrero. Su sombrero está seco en el medio; es decir, mojado adelante y atrás. Los otros dos sombreros se mojaron solamente adelante, porque cuando sus dueños se dieron vuelta para mirar el cadáver, había dejado de llover. Y el sombrero del muerto se mojó por completo al rodar por el pavimento húmedo.

El asesino utilizó un arma de muy reducido calibre, un matagatos de esos con que juegan los chicos o que llevan algunas mujeres en su cartera. La detonación se confundió con los truenos (esta noche hubo una tormenta eléctrica particularmente intensa). Pero el segundo portugués tuvo que localizar en la oscuridad el único punto realmente vulnerable a un arma tan pequeña: la nuca de su víctima, entre el grueso sobretodo y el engañoso sombrero. En esos pocos segundos, el fuerte chaparrón le empapó la parte posterior del sombrero. El suyo es el único que presenta esa particularidad. Por lo tanto es el culpable.

El primer portugués se fue a su casa.
Al segundo no lo dejaron.
El tercero se llevó el paraguas.
El cuarto portugués estaba muerto. Muerto.

Extraído de "Cuentos para tahúres y otros relatos policiales" Ediciones de la Flor. 1996.


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El misterioso caso del señor de gafas gruesas
Por Claudia Rodríguez Paoletti

Verdeoliva tenía pronunciados bigotes.
Aguamarina tenía cejas espesas.
Azulcielo cara de nada, lo que se dice, de nada.
El denunciante usaba anteojos.

El juez miró el reloj de la sala y dio por
comenzado el juicio.
La sala estaba desbordada.
Los acusados estaban sentados uno
al lado del otro.
La palabra le fue otorgada al señor fiscal.

Buenos días su Señoría, dijo al mismo tiempo
que su cuerpo giraba 180º.
Buenos días, respondió el Juez.
-En primer lugar quiero saber quién
de estos tres acusados fue el que dio la orden.
-Yo no -dijo Verdeoliva.
-Yo menos -exclamó Aguamarina.
-Yo no estaba enterado -balbuceó Azulcielo.
El señor de gruesos lentes aún no llegaba.

El murmullo estalló en la sala desbordada.
Pañuelos blancos, soldados verdes, fotos de cientos de jóvenes, cámaras y flashes.
El juez pidió silencio.

El fiscal respiró muy hondo y volvió a preguntar.
-¿Quién fue el primero en leer la carta que el periodista les dirigió?
-Yo no sé de qué carta habla -dijo altanero Verdeoliva.
-Yo la leí y le resté importancia -dijo Aguamarina.
-Yo sólo escuché el comentario en un bar en José León Suárez -dijo Azulcielo.
El señor de anteojos tardaba…

El fiscal retomó la palabra.
-Vamos por partes, exclamó: si uno la leyó y otro se enteró de su existencia y la misma estaba dirigida a los tres…
¿Cómo puede ser que Verdeoliva no conociera la carta?
La sala aplaudió.
El juez pidió silencio.

-Yo, después de algunos días me enteré -dijo Verdeoliva algo titubeante.
-Yo creí que la había olvidado, pero la recuperé entre viejos papeles -dijo Aguamarina.
-Yo escuché a "unos" vestidos con mameluco, muy interesados en su lectura y comencé a preocuparme.
El tiempo avanzaba y el escribiente con o sin anteojos no se hallaba en el lugar.

-A propósito -dijo el fiscal dirigiéndose a Azulcielo- ¿por qué le preocupó que un grupo de obreros comentara sobre la carta?
-Por el lugar en que se encuentra el bar, cerca del famoso Basural…
En la sala sonó un aire a indignación.

- Continuemos por favor -dijo el juez.
-Entonces: significa que los tres tenían conocimiento de esa carta -dijo el fiscal.
Los tres se miraron.
-Vuelvo a la pregunta: entonces, ¿quién de ustedes dio la orden?
-¡Yo no fui! -dijeron al unísono.
- Entonces ¿quién?

Rápidamente Verdeoliva señaló con su dedo índice a Aguamarina, quien a su vez señalaba con su dedo índice a Azulcielo, y éste, a su vez y también con su dedo índice, señalaba a Verdeoliva.

La sala toda sintió que respiraba complicidad en un aire verdeazulado.
El murmullo comenzó a crecer poco a poco. El señor de gafas gruesas aún no había llegado. Fue el momento en que se resolvió pasar a cuarto intermedio.

Preguntas para comenzar a resolver el caso
¿Quién es el señor de anteojos? ¿Cuál fue la orden?
¿Por qué no está en la sala el hombre de la misteriosa carta?
¿Cuál será el contenido de dicha carta?

Pistas para resolver el caso
Algunas se encuentran intercaladas en el relato.
Nació en Río Negro, República Argentina.
Quedó huérfano y fue internado en un colegio irlandés.
Vivió entre 1927 y ¿1977?
La carta fue publicada en 1977.
El juicio fue realizado a mediados de la década de 1980.
Escribió artículos periodísticos y libros como "¿Quién mató a Rosendo?".

Propuesta

La decisión de comenzar por uno u otro texto puede conducir a diferentes recorridos didácticos. La intencionalidad es introducirse a modo de enigma en la biografía del autor. Las pistas intentan ponerle el condimento de suspenso para que los alumnos se sientan verdaderos protagonistas de una investigación para la cual necesitarán "documentarse".
Crear anticipaciones y anotarlas puede ser un comienzo intrigante.
Una vez que se trabajaron los dos textos:
• Comparar a partir de la relación entre la ficción y los hechos históricos en ese período.
• Detenerse en la diferencia de los finales.
• Abordar el concepto de "desaparecido".
• Trabajar algunos tramos de la "Carta abierta a la Junta Militar".
• Realizar otras lecturas del mismo autor.
• Analizar el artículo "Ese hombre". Revista La Educación en nuestras manos Nº 62.
• Trabajar con autores desaparecidos, detenidos, exiliados o prohibidos durante ese período.

Libros Prohibidos por la Dictadura
• De Sarmiento a Cortázar, de David Viñas.
• La madre, de Máximo Gorki.
• Los derechos constitucionales del trabajador, de Daniel Rudi.
La Patagonia trágica, de Osvaldo Bayer.
• El fracaso y el desinterés escolar en la escuela primaria, de Liliana Lurcat.
• Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano.
• Estudios sobre los orígenes del peronismo, de Juan C. Portantiero.
• Pedagogía del oprimido, de Paulo Freire.
• Antología poética, de Ernesto Cardenal.
• La tía Julia y el escribidor, de Marío Vargas Llosa.
• Niños de hoy, de Alvaro Yunque.
• Gracias por el fuego de Mario Benedetti.
• El principito, de A. de Saint-Exupery.
Fuente: Revista "Canto Maestro". CTERA - 24 de Marzo de 2001.

Fuente: Suplemento Digital SUTEBA

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